Vistas panorámicas desde el Zempoaltepetl. Tlahuitoltepec Mixe Oaxaca, México

Zempoaltepetl. Maravilloso lugar de poder, fortaleza espiritual de mi pueblo Mixe jamás conquistado. Símbolo de esta actitud ante el mundo y la vida.

Bajo el Cielo Mixe

Expresiones de la vida de mi tierra. Los Mixes de ayer y de hoy ocupan todos esos espacios y su historia ha ido escribiendose conforme avanzan las investigaciones y los descubrimientos.

Entre nubes y montañas el mundo Ayuujk vive

Allá en las montañas logramos vivir. Las nubes, los rayos y los truenos son nuestros mensajeros. Así vivimos permanentemente.

Cuna de Músicos

Vivir con la música en el alma. El gusto musical, y la apreciación por la música quedó en el alma y en nuestra vida.

Tlahuitoltepec Mixe Oaxaca

Tlahuitoltepec, uno de los lugares más significativos del estado en cuanto a música y cultura, centro palpitante del acontecer mas íntimo de los pueblos Mixes, y poseedor del legado y la tradición.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

2000 visitas a mundoyuujk

Hoy es momento de anunciar que mundoyuujk ha alcanzado las 2000 visitas. Es un logro que gracias a los visitantes e internautas hay que celebrar. Este espacio que brinda información fresca y oportunida para visitar la región Ayuujk en toda su extención muestra la magia y el encanto de su gente.

Gracias a todos los seguidores y lectores de este blog.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Imprescindible: La comida


Preparación de las tortillas para el Mä'ätsy
Además de los platos estatales típicos, tales como las tlayudas, el mole y el coloradito, la comida regional ofrece una maravillosa variedad. Conviene integrarse a una familia local para saborear un platillo elaborado a base de Maiz llamado “Mä'ätsy” acompañado de carne asada, pescado seco asado, charales , quelite y, agua de chilacayota. En la zona media de la región se sirven unos tamales de amarillo y coloradito, especialmente en Juquila; hay que probar los tamales de amarillo y de frijol.
Tamales

miércoles, 12 de septiembre de 2012

¡Machete no, machete no!...... Parte 2 de 2


  ¡Machete no, machete no!...... Parte 2 de 2 

Por: Pale Onofre vargas


Ya comenzaba a clarear y los gritos de los gallos y los guajolotes insistían a levantarnos. Me levanté porque en la noche anterior me habían dicho que tenía que ir a traer hoy, leña seca de encino o palo de madroño, que son las que dan muy recio la lumbre. Medio almorcé me vine para acá. Fidencio todavía dormía junto con mi papá, quien estaba cansado por el barbecho de ayer.

Días antes, Fidencio, me había contado que no creía que estuviera Cristo en la hostia. Que él se comía las hostias a escondidas. El vino, que se toma el padre en la misa sabe bien dulce. Que por eso, hasta se anima él a ser padrecito, de los buenos y no como el que van a colgar.

A completé lo más rápido mi tercio de leña. Salimos corriendo hacia el templo. Encontramos las primeras casas. Todo estaba en silencio. Estando más cerca, se oían muy lejos los ladridos de unos perros y el cacareo de las gallinas que andaban sueltas en el camino. ¿Y la gente?, lo más seguro que estaban en la iglesia. Descolgando a Cristo y colgando al padre.

Llegamos a la casa. Se oían los gritos en el templo. La curiosidad nos jaló. Corrimos como los perros que espantan los topiles cuando también quieren entrar a oír la misa. El templo estaba repleto de gente hasta la entrada, como en un camión viejo de redilas. A duras penas pude meterme y llegué cerca del altar mayor, mero debajo del Cristo. Fidencio, quien sabe por dónde quedó. Era un ruidero en el templo como si estuviese cayendo el aguacero con granizo sobre los techos de lata. Entre rezo y rezo, las mujeres gritaban como si se les hubiera subido todo el enjambre de avispas y hormigas arrieras, debajo de sus enaguas. A penas se entendían entre ellas. Cuchicheaban. Decían que se colgara al cura. Alcancé a oír entre la multitud:
El padre habla con Dios y puede ser que pida un castigo grande para todo el pueblo.

Se trajeron las escaleras. Todos querían subir al mismo tiempo para desamarrar a Cristo.
Días antes, en las misas de los domingos, el cura decía:

- Miren, hijos, cuánto sufrió nuestro señor -- señalando al Cristo colgado-- ya dejen de hacer sus ofrendas en los ríos, en las cuevas y en los montes porque son cosas que ya no valen. El dios verdadero está aquí en el templo- Gritaba fuerte.
Ya estando algunos hombres junto al Cristo colgado, empezaron a desatar los mecates. Todos tenían los ojos pegados en el Cristo. También el cura pelaba los ojos sin moverse, hasta parecía otra estatua más. Sabía que la gente estaba rete enojada, por eso no decía nada. 
 
Con mucho cuidado comenzaron a bajar la imagen. La gente gritaba en su idioma:
- mätsy’ettë mätsy’ettë – (pronunciación aproximada en español; “machete, machete”)
El cura confundido y desconociendo lo que decían, gritó de repente rete-fuerte:
-¡Machete no. Machete no! -- retumbó el eco en el templo que por ser tan fuerte, hasta parecía que los santos danzaban en sus nichos.

Todos quedaron callados. Desconcertados. Dirigían la mirada al cura. Se oían los cuchicheos, las carcajadas burlonas a escondidas. La gente volvía a gritar con más fuerza:
-mätsy’ettë, mätsy´ettë - ¡deténganlo, deténganlo! ¡Con cuidado, no lo vayan a soltar!
El cura pensó que iban a traer los machetes para cortar, quién sabe qué o a quién. 
 
Ahí continuó parado más tieso que antes. Una vez descolgado el Cristo, el capillo, encargado de rezar en el pueblo, balbuceó algunas oraciones en su castellano de nene.
Por fin, el Cristo estaba nuevamente en su nicho. Todos furiosos gritaban que se corriera al cura del pueblo, como se había hecho con el otro, que le arrebató las llaves al mayordomo del templo. Otros más, decían que se encarcelara. El cura quiso hablar. No lo dejaron. Ya nadie entendía ni oía razones. Los hombres se le fueron encima, zarandeándolo del pescuezo. A penas se pudo zafar. Otros estaban haciendo nudos con la reata, para colgar al cura en el mismo tronco de donde bajaron el Cristo. Anochecía. Entre la multitud alguien gritó más por desesperación que por valiente:

-El señor cura debe pedir perdón al pueblo, así como nos hace cuando nos confiesa. Nos ha dicho que Dios perdona a todos. Eso queremos hacer-.
¡La autoridad – agregó a gritos el señor Domingo, quién había sido varias veces secretario--debe mandar un oficio al obispo para que sepa lo que este cura está haciendo con la costumbre del pueblo!
Además- gritaron varias mujeres – este padre debe celebrar una misa para que no se enoje con nosotros el santo Cristo-.

Las mujeres se persignaban. Con las manos juntas rezaban en su idioma. Se golpeaban el pecho, en señal de arrepentimiento y de perdón. 
 
Todo era confusión. Los topiles, se llevaron de a montón a los acólitos y sacristanes a la cárcel, porque según ellos, no avisaron a la autoridad que el cura había colgado el Cristo. A Fidencio también lo metieron al bote. Después me dijo que se pusieron a jugar a las canicas de cemento en la cárcel. Otros, cuando vieron que entraban los topiles al templo se escondieron en los nichos viejos y abandonados, allí se quedaron hasta que se fueron todos, después salieron a tientas, porque la luna saldría casi al amanecer. El cura corrió a su curato. Anochecía. Apenas se veía con la luz de las velas. Algunas personas se iban retirando tenían que ir a sus ranchos. No estaban acostumbrados a venir seguido a la iglesia, sólo habían llegado para conocer al padre colgador de Cristo

Sin que nadie se hubiera dado cuenta, alguien de repente oyó y vio el aleteo de algo hasta arriba del altar mayor. Como que buscaban posarse en el mero nicho del Cristo que acababan de descolgar. Todos miraron hacia arriba. No se distinguía bien con la poca luz titilante de las pequeñas velas. Algunos dijeron que se trataba de murciélagos. Otros, que era una manada de tecolotes. Se hizo un silencio sepulcral. Ya no sabían qué hacer. Todos estaban espantados. Se generalizó el miedo. Tardaron minutos en reaccionar. Al no encontrar ninguna explicación salieron corriendo despavoridos del templo. Otros, armándose de valor trataron de identificar a los animales. Imposible. Las últimas mujeres se persignaban y con gritos salían huyendo. Las velas se consumían, se apagaban. En pocos minutos quedó oscuro y desierto el templo con sus puertas abiertas. El mayordomo, encargado de cuidar y de cerrar el templo, también corrió, se acordó en el camino que el templo estaba abierto, ya no regresó, antes corrió más veloz.

Yo iba con él.

Nadie regresó. El templo durmió abierto con sus santos vigilando.

Al día siguiente, muy tempranito, la genta que vivía en el pueblo no podía creer lo que veían sus ojos, que varias palomas salieran volando del templo. Se miraron entre ellos incrédulos, con unas sonrisas de fingida inocencia, como diciéndose: ¡Que cabeza hueca tenemos y que olvidadizos somos! 
 
No todos sabían que allí dormían las palomas, se acordaron luego, luego, que eran las mismas que el cura trajo cuando llegó al pueblo.
Pasarían muchos años para que llegara la luz eléctrica, la carretera y otras cosas que inquietara también la tranquilidad de la gente
Dicen, que en ese pueblo, hasta hoy, cada nuevo cura que llega, ve y pregunta primero a los habitantes, lo que hay que hacer. Si no.

viernes, 7 de septiembre de 2012

¡Machete no, machete no!.... Parte 1 de 2


¡Machete no, machete no!
Por: Pale Onofre Vargas
En un pueblo que engarza sus raíces en una de tantas laderas de la sierra de Oaxaca, llegó un día gritando Fidencio:
  - Hermano!, ¡hermano! van a colgar al padrecito – Algo así alcancé a oír a lo lejos. Alcé la vista y vi a Fidencio revoloteando como espanta pájaros, venía gritando con desesperación desde la otra loma, a punto de reventar su gaznate. Desde muy temprano yo había salido hacia el monte para la leña.
  - ¿Qué dices, hermano? Le contesté lo más fuerte que pude, tratando de ganarle el ruido al viento. Sin divisarlo bien le grité aun más fuerte. Venía arrastrándose entre los árboles y los matorrales. Ya más cerca, hablando con dificultad, le escuché decir, que en el templo había mucha gente que gritaba:
  -¡Que cuelguen al padre! ¡que cuelguen al padre!-
-De seguro lo van hacer, hermano – dije, entre dientes como si nada supiera.
El cura llevaba algunos años en el pueblo. Yo sabía que ese día se reuniría la gente. Todos hablaban del Cristo que el cura mandó a colgar sobre un tronco de encino, atravesado, mero enfrente del altar mayor. Al llegar Fidencio donde yo estaba, se aventó al suelo panza arriba. Se oían recio sus resuellos, igual que los guajolotes a pleno sol del medio día. Casi no podía hablar. Se apachurraba la panza. Con la mano derecha hizo un garabato de la señal de la cruz, dándome a entender que era verdad lo que gritaba. Me acuerdo que era un domingo, porque solamente ese día se celebraba la misa grande en el pueblo. Levanté la vista al cielo, vi sonriendo el sol escondiéndose juguetonamente entre las nubes como si se parara y corriera a la vez. Me di cuenta que era un poco más del medio día:

-¿Porqué tanto alboroto, hermano?-, pregunté escondiendo mi fingida sorpresa, mientras él seguía en el suelo revolcándose. 
 
-Sí, sí, van a colgar al padre- contestó de rápido, entrecortado y agregó,

- Yo no digo mentiras porque eso es pecado, así dice el catecismo.- dijo como confesándose conmigo. Recordó que Cristo sufre mucho por los pecados del mundo; que él no quería ir al infierno, ahí donde dicen que se quema a la gente mala. De repente desgranó sus dudas y respuestas diciendo:

-¿Verdad hermano? el diablo ha de tener mucha leña ¿Desde cuándo está quemando gente? ! Y cuánta gente! –me eché un susurro de carcajada por su ocurrencia con el diablo.

Una vez que medio tomó el aire, Fidencio me pedía con insistencia que me apurara; se paraba y se volvía a sentar en un tronco seco de madroño. Había llegado tan rápido como si lo estuvieran persiguiendo los topiles del pueblo. 
 
Unos días antes, los vecinos murmuraban, que ese día se reuniría toda la gente en la iglesia. No se lo dije a mi hermano, para no asustarlo. Además, le hubiera ido a contar al cura, porque era su amigo y uno de sus acólitos preferidos. La gente decía, que el cura que había llegado, no era cura de a de veras, porque no hacía la misa igual como los antiguos padrecitos mirando hacia el altar. Que los rezos de antes se oían más bonitos, aunque no se entendieran nada. Y además, que era muy extraño que estos padrecitos y madrecitas, repartieran ropa usada a la gente que iba a misa y a los niños del catecismo. Que esa ropa, el padre las recogía en los panteones de la ciudad, tal como dejan aquí las prendas del muerto en el entierro. En eso estaba muy seguro.

Hoy por la madrugada, antes de venirme por la leña, oí platicar a mi mamá. Yo me hacía el dormido en el petate:

- Oye tú, despierta- le decía a mi papá - ya sabes lo que dicen en el pueblo
No, no sé que dicen - contestó mi papá bostezando entre sueños.
- Que el padre que llegó al pueblo, no es padre, que de seguro es alguien de Oaxaca que sabe leer y hablar el castellano y que se hace pasar como el padrecito- contó mi mamá.

-Sí, lo más seguro- mi papá contestó con pocas ganas de hablar y mamá continúo con su historia e insistía que la escucharan

-Yo sé que así sucedió hace muchos pero muchos años-

Cada vez mi mamá estaba más emocionada con su plática, parecía que saboreaba cada palabra que salía de su boca. Mi mamá y mi papá dormían en el suelo, en un petate aparte en el rincón de la casa y yo, en otro rincón con Fidencio.

-Dicen, que llegó en el pueblo una señora bien bonita. Sus acompañantes decían que ella era la virgen. Que hacia milagros, no sé qué tantas cosas más-¿Sabes? – preguntó para cerciorarse de que mi papá la escuchaba, pero él ya no respondió , había vuelto a dormir, como si nada, ella siguió contando

-Que a esa supuesta virgen no la dejaron entrar en la iglesia- 
 
Como que le costaba platicar acostada, prefirió mi mamá levantarse y se sentó a la orilla del petate. No se veía nada. Estuvo unos minutos en silencio, como recordando lo que después contó entre bostezo y bostezo. Total está dormido mi marido, y mi hijo ni que decir de él, pues es un tronco dormilón de primera, así que no molesto a nadie, y es más contar esta historia me sirve para remojar la memoria, parece que decía. Comenzó con su narración diciendo que la gente del pueblo se preguntaba:

- ¿Cómo puede haber una virgen viva, si los padrecitos antiguos decían que solamente las vírgenes de madera son las verdaderas, las que están en la iglesia en su nicho bien quietecitas y calientitas. Siempre sonrientes y parece que sonríen más cuando vamos a rezarle y darles la limosna. Aseguran, que esa señora virgen estuvo en una casa del pueblo. Ahí acudía mucha gente; llevaban sólo limosna de elotes, huevos, mazorcas, gallos, flores y otras cosechas, para que les hicieran los milagros. Algunos viejitos se enojaban y regañaban. La gente ni caso les hacía, corrían más a rezarle, a llorarle a la virgen de a mentiras. Dicen, que llegó el día en que sus acompañantes se cansaron y se enojaron, porque la gente no daba dinero como limosna. Y que se enoja el pueblo más recio, que los corren a todos. Apenas pudieran escapar antes de que los colgaran. Después se supo que en el otro pueblo no la respetaron al contrario los metieron en la cárcel, por mucho tiempo, hasta que ise llenaron de piojos y pulgas-

Mi mamá comenzó a prender la lumbre, atizaba el tizón con la idea de alumbrar el cuarto. Sentada junto al fogón siguió hablando:

-Cómo va a ser la virgen- se preguntaba y se respondía -, si las vírgenes de aquí no salen del templo, a no ser que las saquemos a pasear, en la procesión, y no en cualquier tiempo, sino solamente cuando les llega su día- Verdad tú, contesta- interrumpía su monólogo con estos reclamos, con la intención de que despertara mi papá, siguió contando convencida:
- De seguro engañaron a nuestros abuelos- ¿verdad? -, y eso merito mismo nos está haciendo el cura de ahora... CONTINUARÁ

lunes, 3 de septiembre de 2012

Imprescindibles: Las ruinas


La región Ayuujk, justamente famoso por albergar al pueblo invencible del mismo nombre, presenta una magnífica variedad de espacios y lugares con historias milenarias. No hay que perderse las huellas en las piedras que existen camino  al Kumxënam (lugar sagrado y centro ceremonial de la cultura Ayuujk), los muros de piedra en la Agencia de Guadalupe Victoria, ambos en Tlahuitoltepec. Asimismo no hay que olvidar las impresionantes montañas de la Mitra en Totontepec. Merece la pena visitar los jeroglíficos localizados en la zona de Tlacolula y Mitla; y el famoso árbol del Tule, cerca de la capital Oaxaqueña, éstos últimos son referentes fundamentales del pueblo Ayuujk.

Mitra
Árbol del Tule